Mito #1: Hablar en público es improvisar
Hablar en público es una conversación que preparamos con antelación, por varias razones:
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Por respeto a la audiencia
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Para garantizar el cumplimiento del propósito de la disertación
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Para gestionar el tiempo
Como dijo Winston Churchill:
Preparar un discurso de diez minutos me cuesta dos semanas; un discurso de una hora, una semana, y un discurso de dos horas lo puedo improvisar en cualquier momento
En efecto, la improvisación es frecuente en la vida cotidiana, especialmente en aquellos escenarios en los que disponemos de tiempo ilimitado para expresar las ideas. De esta forma, podemos ir y venir y hablar de muchos temas a la vez, teniendo la oportunidad de rectificar y volver a empezar, hasta que por fin llegamos al punto de lo que queríamos decir desde el inicio.
En cambio, cuando hablamos en público, generalmente disponemos de escasos minutos para captar la atención y conectar con la audiencia, copiar nuestra idea en sus mentes, generar recordación y aportar algo de valor real como retribución por concedernos: su atención y su tiempo.
Mito #2: Si preparo y ensayo el discurso con anterioridad, estoy seguro de que perderé naturalidad
Esto es falso.
Un comunicador irresistible es la mezcla de Autenticidad (naturalidad) + Profesionalismo (preparación)
Para que tu profesionalismo sea evidente, inevitablemente tendrás que preparar y ensayar el discurso con antelación. Estas son algunas de las ventajas:
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Menos divagación y más coherencia
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Claridad respecto a la secuencia de las ideas (hilo conductor) y con esto, la disminución de silencios incómodos mientras piensas en qué decir o en qué otro ejemplo citar.
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Mejor gestión del tiempo
La preparación y los ensayos, no se deben confundir con memorizar el discurso. Debes tener claro que, cada vez que ensayes tendrás una versión única del mensaje. Dale Carnegie, lo expresa mejor en la siguiente frase:
Siempre hay tres discursos por cada discurso que das: el que practicaste, el que diste y el que te hubiese gustado dar