Antes de empezar con mi reflexión, quiero ponerte en contexto.
Desde que fundé la Academia Colombiana de Oratoria y hasta marzo de este año 2020, toda la oferta educativa estaba disponible principalmente en modalidad presencial… ¡Pero todo esto cambió a causa del confinamiento obligatorio!
Las últimas 2 clases de la edición #14, del Curso Presencial; las impartí en modalidad online y la edición #15, también prevista en modalidad presencial, la cancelamos…
Todo este panorama me obligó a repensar y a reinventar la Academia. Entretanto, desempolvé un proyecto que tenía en mente desde hacía tiempo: la academia digital y online, y así fue como me puse en marcha:
[Lo primero] Me dediqué a actualizar todos los contenidos de los cursos, esforzándome especialmente en incluir experiencias reales, recopiladas en estos 3 años de clases presenciales, en los que tuve el honor de graduar 7 ediciones del Entrenamiento Premium para Hablar en Público y Preparar Presentaciones Memorables y 14 ediciones del Curso para Hablar en Público
[Lo segundo] Teniendo en cuenta que la capacidad de atención del ser humano es limitada y más ahora, que tenemos la posibilidad de distraernos con cualquier cantidad de estímulos; me comprometí a dosificar toda la información, para que los videos quedaran cortos y concisos.
Hasta aquí el contexto… Ahora sí, empecemos con la reflexión de la semana:
Cómo la vida me obligó a soltar el control y la perfección; en aras de vaciar mi mente, para dar paso a la gestación de nuevos proyectos.
Empecé a grabar el contenido de los cursos digitales y con ello, a sortear todo tipo de inconvenientes. Desde los técnicos como: fallas del internet, falta de iluminación profesional y falta de una sala adecuada con aislamiento de sonido; hasta inconvenientes circunstanciales como el ruido, mucho ruido, lo cual es normal, teniendo en cuenta que la cuarentena me sorprendió en este hermoso pueblo: La Ceja Antioquia.
El tema de la iluminación, fue resuelto gracias a la contribución y ayuda de mi mamá…
Pero el ruido no tuvo, ni tiene solución.
Ensayé grabar en diferentes momentos del día y de la noche, buscando minimizar cualquier extraño ruido de fondo, pero no, no fue posible lograrlo. Creo que la vida trataba de mostrarme como mi lección de soltar el perfeccionismo no estaba aprobada en su totalidad y mientras me resistía, experimenté de todo: desde enojo hasta risa.
Cuando grabo durante el día: ladra el perro, cantan los pájaros, grita el vecino, pasa un carro y pita, los niños se ríen, el bebé recién nacido llora a todo pulmón o pasan los vendedores anunciando sus productos con cornetas y todo… Cuando grabo de noche, el cuento es distinto porque el silencio es tan sepulcral que cualquier mínimo ruido, resulta estridente. La última vez que grabé de noche pasó el carro recolector de basura y se estacionó al frente de la casa.
¿Qué hacer ante este panorama?
¿Claudicar?
¿Esperar el escenario perfecto?
¿Si es una opción esperar, sabiendo que hay personas que están deseando estos cursos?
Antes de tomar una decisión, consideré lo que he enseñado con tanto fervor durante los últimos años y es: la aceptación del perfeccionismo.
¿Por qué hablo de aceptación y no de renuncia al perfeccionismo? Porque primero acepto lo que me incomoda, me duele o me causa sufrimiento y en esa aceptación está inmersa la aprobación de la lección.